Antes de
irme. 7 de la mañana un jueves, falta poco, miro la ventana y dudo si algo
extra-ordinario a lo que se considera “normal” que puede pasar, pase y yo al
final no me vaya y , es que hasta que no me veo en el destino no me creo. Antes
de irme no estoy nerviosa, ni ansiosa, ni asustada, ni feliz, ni nada, estoy en
una sensación que no sabría cómo definir porque creo que no tiene nombre, o
quizá es que antes de irme simplemente no estoy, o al contrario, estoy tanto,
que acostumbrados a la sensación de estar quieto en un lugar por muchos años y
no estar (porque debemos estar pendiente de las cotidianas preocupaciones), es
indefinible. Antes de irme, antes de
irme tengo que guardar todo. La conciencia pensando en que me voy por mucho
tiempo me obliga a ver cosa por cosa, de mis cosas y cosa por cosa, del otro
tipo de cosas de la vida, como de ser tía a la distancia, de los abrazos de la
vieja y los asados de mi papá o los amigos, los que están.
Antes de
irme no me quiero ir porque no me quiero perder nada y a la vez me desespero
por hacerlo, porque justamente, no me quiero perder nada. Antes de irme dudo,
dudo en irme y en quedarme, y antes de irme elijo, elijo no darle lugar a la
incertidumbre y entender que toda experiencia es válida, que si lo que busco es
la felicidad consciente y responsablemente, sería muy raro tener una
equivocación muy grande, y que, si lo hago, siempre se puede tirar nuevamente
los dados hasta que toque “vuelve al casillero anterior”, porque, al fin y al cabo, “toda experiencia es
válida”. Entonces clasifico, lo que quiero que alguien conserve, lo que le
haría muy bien a alguien tener, lo que va a la basura y lo que se queda, lo que
se queda siempre debe ser poco, dejarlo me demuestra que realmente no lo
necesito como pensaba; y hago listas.
Siempre
evito estar mucho tiempo en el tiempo “antes de irme”, no tener nada para hacer
se convierte en horas googleando los 37 couchsurfing que me ofrecieron
hospedaje “por seguridad”, antes de irme hago listas y notas mentales, aprendí
que realmente los amigos no se miden en tiempo y distancia, sino con la medida
universal del cariño y que la regla que siempre dicen los padres de que “los
verdaderos amigos son pocos” ya no es parámetro en estos tiempos, creo en que
en el mundo realmente existe mucha gente buena, como la que te espera sin saber
quien sos o te ayuda por mera buena onda a ubicarte cuando tu cara de
desconcierto y tu cuerpo parado en una esquina desconocida gritan sin que
quieras “Hola, nose donde estoy, soy extranjera y estoy tratando de disimular”,
y aprendí que los amigos de casa, la familia y los viejos, ¡Los padres! Son los
verdaderos magos de la distancia haciéndote sentir que los meses que estuviste
ausente fueron dos días y te vas con la sensación de saber que a la vuelta tu
lugar en la mesa, en la reunión y en la agenda van estar intactos. Entonces,
elijo, de quien despedirme, a quien
contarle mis planes, a quien ver, a quien aguantarle berrinches y en qué
aspectos dar la vuelta de página teniendo la excusa de que todo lo nuevo a
vivir me va a ayudar a superarlo. Antes de irme siempre conozco gente, gente
gente, esa gente que abrazarías por 4 horas sin ningún problema, y me dejo
querer, y quiero, porque la casa es el mundo, y en él tenemos que confiar,
porque de eso se trata vivir el hoy presente, lanzándote a todo lo nuevo que
pueden pasarte en tres segundos de cruce de mirada con alguien más, porque si sólo nos dedicamos a pensar en lo
cotidiano de irte a dormir con la puerta con llave en una casa 100%enrejada y
en las deudas y en quedar bien, y en las apariencias, y en los horarios y en, y
en, pierdo mucho tiempo y cuando quiero ver, ya me dio sueño de nuevo. Por eso
exijo, exijo el trato como deben tratarme, le exijo al cuerpo que se encuentre
con el sol para cargarme un poco, caminar en la calle cuando hace frio, por lo
menos una ducha al día de agua helada, alrededor de unos 20 abrazos por semana,
hay que exigirle al cuerpo, a crear lo que queremos que sea, a indicarle los
parámetros de felicidad con los que decidimos contar, 10 am hago listas, hago
una lista de todo en lo que tengo que confiar, en todo lo que tengo que comprar
y de todas las personas que me dijeron “chau, va a estar todo bien” para
acordarme de ellos cuando un tornillo ande medio suelto, porque ante la duda, el amor por sobre todo. 10;40am,
una semana antes de irme, confío.
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